Por norma general, todas las personas nos preocupamos por nuestro aspecto físico alguna vez. El ser humano es social por naturaleza y necesitamos sentirnos aceptados y valorados en el grupo, así que observamos muy de cerca las opiniones y percepciones de los demás intentando encajar para poder formar parte y no vernos excluidos.
Vivimos en una sociedad donde todavía hay muchas personas que se permiten opinar sobre los cuerpos de los demás. Comentarios que dicen van “sin mala intención” y que te lo dicen “por tu bien” y “por tu salud”. Todas recibimos alguna vez “consejos” sobre cómo debemos comer para “estar mejor” o cómo de bueno sería hacer más ejercicio para “encontrarnos bien”, que aunque llevan el mensaje de salud por parte del emisor, terminan por traducirse y percibirse desde el receptor como exigencia para modificar la apariencia.Las presiones por tener o mantener un aspecto determinado implican un esfuerzo mental tan grande, que detrás esconden un tremendo malestar.
En las consultas de psiconutrición y nutrición, vemos con frecuencia que este “derecho” que algunas personas se creen que tienen para opinar de los demás muchas veces se traslada a la comida. Es decir, no emiten juicios directos sobre tu cuerpo pero sí sobre lo que debes o no debes comer. A veces el juicio no es emitido con palabras pero te lanzan una mirada de desaprobación que lo dice todo.
¿qué podemos hacer ante comentarios sobre nuestro cuerpo o sobre nuestra alimentación?
Es importante tener claro que las personas que juzgan tan deliberadamente, independientemente de quien sea, están dando mucha más información sobre sí mismos/as que sobre lo que están diciendo con palabras.
Los seres humanos somos críticos por naturaleza, pero normalmente esos juicios se emiten dando a conocer los miedos propios, las faltas de aceptación personales, aquellos factores que uno echa de menos y cree que instaurando la misma presión o temor sobre el resto de la sociedad, la carga personal será menor.
Si a ti, como a la inmensa mayoría, te afecta emocionalmente lo que escuchas, primero intenta pararte un momento y después comienza la reflexión:
- ¿Estoy enfadada/o u decepcionada/o con el comentario o con el emisor del mismo?
- ¿Estoy defraudada/o por el contenido del mensaje? ¿me siento culpable? ¿Creo que tiene razón en parte de lo que dice?
- Si alguna respuesta anterior fue afirmativa, ¿qué hay de mi que no me convence para que ese comentario me haga sentir de esa forma?
- ¿Cual crees que es la razón de esa persona para opinar con soltura sobre tu vida?
- ¿Alguna vez tu has opinado sobre esa persona o sobre otras en su presencia?
Todas/os somos más que un cuerpo, pero centramos la atención inconscientemente en ese aspecto de forma casi automática y en infinidad de ocasiones nos descubrimos haciendo juicios cuando vamos por la calle, cuando estamos en la playa, cuando vamos a un local,…y eso ocurre porque la sociedad nos inculca ciertos cánones de los que no es bueno salirse.
Cuando valoramos, juzgamos, o hacemos cualquier tipo de comentario que focalice en el campo estético o de la alimentación, estamos transmitiendo la aprobación o desaprobación para con esa persona en función de su físico y no de sus cualidades intrínsecas. Estamos conectando con el exterior, pero no con el interior. Estamos consiguiendo que esa persona dude de quién es y solo piense en quién debe semejar que es.
¿Por qué en la sociedad hay tendencia a sobrevalorar el aspecto? ¿por qué no somos capaces de asumir con naturalidad nuestro cuerpo y dejar a un lado los efectos colaterales de los comentarios recibidos?
Necesitamos con urgencia de un trabajo y esfuerzo personal para romper barreras y observar como somos ante el espejo, sea cual sea la silueta que se refleja. Si nos permitimos esta acción con naturalidad y desde la calma, estaremos acercándonos a nuestras emociones y sentimientos más primarios y podremos ir profundizando en quien somos y qué queremos. Una vez hecho esto, hay que aceptarse sin ser autodestructivos; centrarse en las partes que más nos gustan y en los motivos de ese razonamiento. Posteriormente, si hay algo que de forma interna nos afecta emocionalmente respecto de los que vemos, pues iremos proponiendo cambios de hábitos y rutinas, pero con objetivos centrados en realidades, posibles y a corto plazo, que nos permitan mantener la motivación e ir haciendo un camino lento y estable, sin prisa, pero con continuidad en el tiempo.
Cuidarse implica bienestar a nivel de salud y también la agradable sensación de poder encajar en el medio en que nos relacionamos.
Podemos preocuparnos por nuestra apariencia, no pasa nada, es algo de lo común, pero hay que prestar gran atención para evitar convertir ese cuidado en limitaciones y barreras que nos lleven a la creación de un conflicto con nosotros mismos que anule nuestra personaEl equilibrio siempre es el ideal, pero también la situación más delicada para conseguir de forma individual, precisamente por esa necesidad de sentirse aceptados que mencionamos al inicio; buscamos aprobación externa constante, sin permitirnos el privilegio de ser y estar con nosotros mismos. Cuando la mezcla entre la preocupación por el que dirán, la conciencia real del cuerpo y la seguridad en nosotros a partir del mismo, nos llevan a dudar, entonces quizá es el momento de cambiar algo y buscar ayuda de un profesional que pueda acompañarte en ese viaje.
Aceptarse no es tan complejo, pero la fórmula requiere de menos autoexigencia y más de realidad. Objetivos pequeñitos conseguirán que llegues a sentirte grande.
No dejes que sean los demás los que marquen como debe ser tu propio cuerpo. No vivas en silencio, Reconecta con tu ser y comienza a quererte tal y como eres para, a partir de ese momento, ser consciente de las necesidades y tomar la decisión de cuidarte para ganar en salud y no solo en escaparate;)
Si te sientes reflejada/o o prefieres adelantarte al malestar, no dudes en contactar aquí.