Enfadarse…algo tan habitual y tan poco entendido cuando lo hacen las personas que tenemos enfrente.
¿Es malo enfadarse?
¡No!
El enfado es una emoción y como tal tiene una importante función. En este caso, la de protegernos de lo que puede hacernos daño.
Estar enfadad@s hace posible descargar y liberar una parte emocional que pesa y que en el exterior está mucho mejor. 🙂
Lo que sucede es que, en muchas ocasiones, nos resulta de utilidad para anular otras emociones u otras comunicaciones que nos parecen más complejas de manifestar y de las que ni siquiera somos conscientes, como por ejemplo:
- Marcar límites.
- Expresar lo que necesitamos asumiendo que esa es la única forma para atendernos y entendernos.
- Esconder la tristeza.
- No dar a conocer la decepción respecto de lo que acabamos de escuchar.
- Enfrentar el miedo.
Y de cualquiera de estas cuestiones (o de alguna más que seguramente se me escapará 😉 ) pueden surgir conflictos con nosotr@s mism@s y con los demás, proque no estamos dando lugar a los sentimientos reales.
¿Cómo podemos identificar que ocurre entonces?
Estás enfadad@ (o eso crees); genial, deja que pase! 🙂
¿Ya?
Si ha disminuido la intensidad de lo que has experimentado, párate, escucha tu interior y trata de responder:
- ¿Qué es realmente lo que me está haciendo sentir así?
- ¿Qué se me está pasando por la mente internamente?
- ¿Qué quiero pedir? o ¿qué quiero decir?
- ¿Tengo miedo de algo o de alguien?
- ¿Lo que quiero comunicar es algo con base objetiva?
- ¿Está en mano de los demás el ofrecerme realmente lo que yo quiero (o necesito)?
- ¿estou siendo exigente o estoy siendo capaz de valorar las cosas adecuadamente?
- ¿Estoy respetándome?
- ¿Estoy respetando a la persona que tengo enfrente?
Si vas analizando cada una de estas cuestiones es muy posible que puedas descubrir la realidad de lo que el enfado quería mostrar, y así podrás aceptar de forma menos invasiva lo que te ocurre y podrás encaminar la situación más amablemente contigo mism@.
Como tenemos poca práctica para leer el nivel emocional propio y ajeno, considero que es muy cotidiano que empleemos errores mentales que nos llevan a la confusión; estoy hablando de aspectos variados como justificar en exceso los «malos» comportamientos de otras personas porque sabemos que lo están pasando mal (empatía mal dirigida); de autoconvencernos de que el enfado nos va a permitir conseguir el propósito; proyectar en los demás nuestros propios sentimientos y cargarles con la responsabilidad de nuestro sentir; idealizar el enfado e infravalorar las muestras de tristeza y/o miedo por lo que «pueda implicar»,…
Y todas estas creencias se convierten en patrones de conducta desequilibrada, que desenfocan el centro de lo que sentimos, pero que consideramos que es la única vía efectiva por no darnos tiempo de reconocimiento suficiente.
¿Qué ganancia obtenemos en estos casos?
Claro, estás en lo cierto,…¡Ninguna! 🙁
Si las emociones existen es porque todas tienen un potencial y nos hacen bien (a pesar de la incomodidad con la que experimentamos alguna)
El enfado es incómodo y práctico a la vez, así que vale, deja que venga, pero después date tiempo para reajustar el sentimiento y ver si realmente estás enfadad@; si es así, enhorabuena por ser capaz de expresarlo! 🙂
pero…
Si descubres que en verdad tienes miedo o estás triste, por favor, ¡no lo escondas!
Y si después de leerme y tratar de responder a las cuestiones anteriores consideras que identificar las respuestas para ti es complejo, no dudes en contactar.